El nombre original es Where The Wild Things Are, por lo que el título que se lee aquí arriba es una traducción literal y muy torpe. Cuando nuestro amigo Maurice Sendak escribió el libro, allá por 1963, la traducción al español fue Donde Viven Los Monstruos, que es mucho más pertinente a la historia misma y a la filosofía de la traducción, ya que estamos.
La película, hasta donde yo se, no tiene título en castellano, y es, me imagino, porque no la pasaron en los cines criollos ni la editaron en DVD aquí en Argentina. Las copias que andan por algunos videoclubes tienen su título en correcto inglés. La película está basada, claro, en el libro de Sendak (no leí el libro, pero ahora quiero leerlo y eso me hace pensar en que la adaptación está bien hecha) y la dirige Spike Jonze, aquel de ¿Quieres Ser John Malkovich?, El Ladrón de Orquídeas, los videos de los Beastie Boys y una tonelada de cortos que no he visto, pero que me imagino deben ser tan buenos como estas tres películas.
Vean el trailer.
Si no entendieron les explico: Max Records (ahora me quiero llamar así) es un pibe muy curioso e imaginativo de unos diez años que no la tiene fácil: el padre no está, la hermana mayor no le da bola y la mamá está muy ocupada con el trabajo y - el colmo - ahora tiene novio. No, el colmo es éste: el maestro en la escuela le dice que el sol se va a morir.
Una noche, después de pelear con la mamá, Max se escapa de casa, cruza un océano y llega a una isla - a un mundo - en donde viven unos mostruos salvajes que no sólo no se lo comen, si no que lo nombran Rey, con la esperanza de que Max les solucione los problemas, que mantenga la tristeza lejos, le piden.
A partir de aquí la película es como la vida en esta isla: salvaje, a los gritos y a los saltos, muy intensa y muy sensible; nada es suave ni sutil, nada se solapa, todo es hasta los huesos y todo es hermoso: Los monstruos y Max duermen apilados, hacen guerra de cascotes, saltan unos sobre otros, derriban árboles, se aman y se enojan como verdaderamente lo hacen los pibes: sin filtro y sin la molesta corrección política con la que las películas y los medios en general nos vienen relamiendo hace ya un buen tiempo.
Digamos esto como algo bueno: a Sendak ya medio lo habían acusado de ser un poco escandaloso para escribir sus cuentos para pibes y parece que Jonze mantuvo ese espíritu. En este mundo de niños no hay candor, pero en cambio hay (aunque los adultos casi nunca lo recuerden) gravedad y tristeza y enojo y otros monstruos con los que lidiar.
Por otro lado en esta película hay dos ausencias notables y que agradecemos: no hay explicaciones de por qué o cómo ocurren las cosas, sólo ocurren; y lo otro que no hay es moraleja ni pretención de enseñanza ninguna, en ningún momento se le dice a Max que tiene que portarse bien y no gritar ni saltar arriba de la mesa; tampoco se lo castiga. Lo que ocurre es simplísimo y resume la película en una frase: Un niño se aleja, amansa - consuela, mima, ama - sus propios monstruos y luego vuelve.
Alquilelán, bajelán de internet, como quieran. Pero véanla y, si pueden, véanla con un pibe: hijos, sobrinos... habrán muchas preguntas, ojo: preguntas que nos haremos nosotros y que a lo mejor nos respondan los pibes, porque es una película verdaderamente para ellos. Lo mejor que nos puede pasar (y les pido que me perdonen aquí el golpe a las rodillas) es que la vea y nos conteste las preguntas el pibe (el monstruo) que tenemos adentro.
Good Night.