5 de octubre de 2011

En Las Grietas Está Dios Que Acecha

No hace mucho dos amigos (pongamos: Julián Fraser y Diego Sicardi*) coincidían en una nota en la que se hablaba de don Jorge Luis y de su padre, Borges, y en cómo notaban la prueba de la no existencia de Dios en algunos actos más bien cotidianos y ridículos. No importan ahora. A Fraser le llamó la atención que justamente la noche anterior había visto dos películas - elegidas al azar del estante del video club, sin conexión entre si, pero - en las que se repetía curiosamente el mismo hecho: una inteligencia superior convencía a un religioso de la no existencia de Dios.
Tanto le llamó la atención a Fraser esta aparición insistente de la misma idea en tan poco tiempo, que lo comentó con su mujer quien, ocupada en asuntos más urgentes y terrenales, le dijo que se dejara de joder con Dios y la fe de la gente o esa noche dormiría en la bañera. Él, no ella.




Un tema clásico, una idea sobre la que se ejercitan los literatos es la de un rey que muere de inanición en medio de un jardín rebosante de fuentes y frutos. Borges, sabemos, fue el director de la Biblioteca Nacional entre 1955 y 1973, siendo conocidamente ciego. De estos dos hechos, en su Poema De los Dones (no vamos a agotar la primer estrofa que, aunque bellísima, ya la conocemos de memoria) escribió:


De hambre y de sed (narra una historia griega)
Muere un rey entre fuentes y jardines;
Yo fatigo sin rumbo los confines
De esa alta y honda biblioteca ciega.


Lo que quizás no sepamos tanto es que Borges no fue el primer ciego a cargo de los casi novecientos mil volúmenes de la  Biblioteca Nacional; tampoco el segundo: José Mármol y Paul Groussac fueron también directores de la Biblioteca Nacional y también ciegos. Borges mismo dice que este hecho, repetido tres veces, ya no puede ser coincidencia.
 Probablemente no sea mala idea cuestionarse uno, de tanto en tanto, sus propias convicciones. Al menos reinspeccionarlas; no sea cosa de que nuestra visión sea esta vez más aguda. Algunas ideas parecen subyacer en su propia refutación. 

Volvamos, para despedirnos, a unos versos del viejo:


La firme trama es de incesante hierro,
pero en algún recodo de tu encierro
puede haber una luz, una hendidura.
El camino es fatal como la flecha.
Pero en las grietas está Dios, que acecha.








* Diego Sicardi, fina ironía, es una inteligencia superior y es también ciego.

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