15 de diciembre de 2011

Tres Explicaciones Griegas

Todo el mundo conoce que los griegos - incluso antes del advenimiento del Maestro Iesu Ben Yosef -emprendieron la imposible tarea de explicar todo; como si esta tarea no fuera ya titánica, tejieron alrededor de cada explicación toda una red de mitología que hoy cualquier niño disfruta. Conviene entonces que nuestra biblioteca esté bien nutrida de Mitología Griega para ya no solamente encontrar las explicaciones a todo, si no para poder también contentar a los mencionados niños y su curiosidad voraz.

Hoy nos vamos a detener en tres explicaciones griegas, cortas y divertidas como unas primas mias.


El Breve Culo Ateniense
Desde siempre Teseo y Piritoo estuvieron juntos: Jasón y el Argos los contaron entre sus filas, participaron juntos de la cacería del Jabalí de Calidon y -esto es lo que queríamos contar - se ayudaron mutuamente a buscar esposa. Ambos deseaban hijas de Zeus: Teseo quería a Helena y Piritoo a Perséfone
Raptar a Helena fue fácil (además la nena tenía apenas doce años), pero llegar a Persefone era un asunto mucho más complicado, ya que era la mujer de Hades, el mismísimo rey del Inframundo.
De todos modos allá fueron nuestro héroes sin saber que de alguna manera Hades se había enterado de sus planes y ya los estaba esperando con una falsa actitud amistosa y un banquete servido. Al poco de sentarse los héroes se dieron cuenta de que habían caido en una trampa: estaban sentados en las Sillas Crueles, unas sillas de las que era imposible despegarse. Mientras, para amenizar, el Cancerbero - aquel horrible perro de tres cabezas - les mordía los pies.
Así estuvieron cuatro años hasta que un día bajó al Inframundo Heracles (los latinos lo llamamos Hércules) y viendo a sus amigos pegados a las sillas decidió ayudarlos. Primero rescató a Teseo tirando fuertemente de sus brazos y logró arrancarlo de la silla, pero parte de sus nalgas quedaron pegadas al asiento y es por eso que los atenienses tienen el culo chico.

Culpa de un terremoto inoportuno Heracles no pudo rescatar a Piritoo, quien debe estar todavía - pobre - aburriéndose en el Hades.


La Primavera
Pobre Perséfone y su destino de raptada. No sólo la quisieron secuestrar Teseo y Piritoo en el cuento anterior, si no que ya había sido raptada por Hades para hacerla su esposa. Cuando Perséfone era niña (y se llamaba distinto: Core) andaba por el campo recogiendo flores cuando se abrió la tierra y de las grietas emergió el desaforado Hades y se la llevó al Inframundo. Habíamos dicho que el padre de Perséfone era el mismo Zeus, pero no habíamos dicho nada de la madre: Démeter (también Ceres, también Cibeles) era la diosa de la agricultura, de la fertilidad de la tierra y - ya veremos cómo - de los ciclos de la vida y la muerte.
Una vez raptada Perséfone, y ya en el inframundo, Hades le ofreció un banquete (otra vez...) y la ingenua niña comió. Esta vez la trampa no estaba en las sillas, si no en una ley que hasta los dioses estaban obligados a obedecer y que indicaba que quien comiera en el Inframundo debía quedarse ahí para siempre.
Habiéndose enterado Démeter de que su hija estaba prisionera en el Hades, se quejó con Zeus para que intercediera y fuera liberada, pero el príncipe de los dioses respondió que no podía hacer nada, ya que la nena había comido en el Inframundo y la ley la olbligaba a permanecer allí por siempre.
Muy bien - sentenció Démeterentonces no nacerá nada en la Tierra hasta que devuelvan a mi hija, y así fue que no creció ni brotó ni floreció nada y quedó la Tierra aletargada y estéril. Finalmente Zeus (ya lo imaginamos con una expresión de fastidio, bufando y poniendo los ojos para arriba) intervino y reunió a Démeter y a Hades para una negociación: quedaron en que Perséfone pasaría la mitad del año con su madre y la otra mitad con su marido, y es por eso que durante medio año la tierra es estéril y nada crece, y en la otra mitad, al llegar la primavera, Perséfone se va lo de la madre y florecen las plantas y los pibes se van al parque a dejar todo hecho una mugre.




Los Negros
Faetón, señores, era nada menos que el hijo de Helios, aquel dios que conducía el gran carro de fuego que recorre el cielo: el Sol. Por esta razón, y porque era también la personificación de la estrella de la mañana, Faetón era altanero y orgulloso. El problema es que un día se estaba jactando con unos amigos de ser quien justamente era, pero los muchachos - un poco por jorobarlo, me imagino - no le creyeron. Ahora van a ver, habrá dicho Faetón, y le pidió a su padre que le dejara conducir el Sol por un día. Helios dudó de la capacidad de Faetón para conducirlo, pero finalmente accedió. Otras versiones del mito dicen que directamente se negó, y que Faetón le robó el carro de igual manera.
Aquel día los caballos de fuego no reconocieron la mano del amo en las riendas y se desbocaron: subieron primero muy alto en el cielo y luego cayeron en picada, pasaron demasiado cerca de la Tierra, por donde es hoy el norte del continente Africano, y es por eso que hay allí un gran desierto y la gente tiene la piel negra, producto de la gran quemazón.
Debido a este desgraciado hecho y a la decisión visionaria del Fray Bartolomé de las Casas es que hoy podemos disfrutar del jazz, del blues, del camdonbe y del tango (...y de la abominable rumba El Manisero).

Luego hubieron quienes pusieron un espejo frente a este mito y vieron reflejado otro: el de un hijo orgulloso y altanero que, de la misma manera, por atribuirse poderes mayores terminó cayendo entre llamas.  Este otro era también la personificación de la estrella de la mañana, es decir, Lucifer.


Siempre se pretende que luego de historias así uno pueda sacar alguna conclusión o tratar de construir una moraleja. No se me ocurre nada, salvo esto: es mejor desconfiar si un tío resentido nos invita a un banquete.

Felices fiestas a todos y nos vemos en el veinte-doce.

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