25 de abril de 2012

Walkyrjur




De todas las muertes prometidas por cada mitología o superstición, de todos los paraísos prometidos elijo
morir en una batalla nórdica. Morir en la cama es la muerte de la viejas, decían los Norsen. Cuando los guerreros mueren en batalla primero se decide su suerte entre dos: la mitad son de Freya, la mitad de Odín. No conocemos el destino de los elegidos por Freya, pero imaginamos que ser llevado por la más bella de las diosas no debe ser mal destino. De todos modos esperamos ser de la mitad de Odin, porque Odín nos envía a buscar por las valquirias. Los antiguos nórdicos les decían walkyrjur.

Lo primero que el guerrero muerto ve es la aurora boreal: es el resplandor de la armadura de la valquirias. Si ha sido valiente, una de las valquirias lo (besará y lo) llevará al Valhalla para ser convertido en einherjar, un soldado de Odín. En ese enorme palacio - tiene quinientas cuarenta puertas, y por cada una pasan sin molestarse quinientos  guerreros - los einherjer serán atendidos por las valquirias: sus heridas serán curadas, les servirán abundante comida y bebida. Al despuntar el día siguiente Gullinkambi los llamará a batalla: pelearán todo el día hasta morir para renacer con la noche, con el banquete, con la bebida y con los cuidados de las valquirias.

No se engañen: la recompensa no es la batalla diaria, ni el banquete cada noche. La recompensa de los más fuertes guerreros es ser recibido y curado por estas bellísimas dísir: Brünhilde, Gerhilde, Ortlinde, Waltraute,  Schwertleite, Helmwige, Siegrune, Grimgerde, Rossweisse, por todas, por cada una vale la pena morirse todos los días.




Actualización 15 de Mayo:


Una lectora y admiradora de este blog nos manda su fotito desde la peninsular Skudeneshavn, Noruega. Alentamos a las demás valkirias a seguir su ejemplo.

17 de abril de 2012

Dos Cuentos Chinos


Preparándose para expandir el imperio hacia el sur de la frontera de la provincia de Guang Xi, el general Huang Su (algunos niponistas lo llamaron luego Honsu) pensó una vez más en el emperador, en la severa orden recibida y en que, de ser exitosa su empresa, ennoblecería a sus antepasados, larga estirpe de ladrones de arroz.

Su ejército estaba listo, más que listo: esperaban ansiosos una orden de su general. Huang Su desenvainó su espada en la bruma de esa mañana helada y apuntó al sur. Un instante antes de gritar la orden de avanzar, una mariposa vino a posarse en la punta de la espada. Huang Su creyó ver en las alas de aquella mariposa la cara de una bella joven; recordó aquella leyenda que le contara de niño la vieja Quia Chen, en la que un pintor pintaba en las alas de las mariposas la cara de jóvenes hermosas con el propósito de enloquecer a los poetas.

Luego de un instante que para algunos fue apenas un latido y para otros una modesta eternidad helada, Huang Su eliminó la mariposa de un tincazo, gritó la esperada orden y corrió con su ejército lleno de coraje y locura, salvaje, ahora inmortal.

The Banshees of Inisherin

Recién sacadita del  horno, esta flor de película es un deleite de profundidad y emoción en medio de tanto rayo láser, músculo en lycra bril...