Ah si amiguitos, volvemos a hablar de películas. De una por lo menos.
Primero: es una película de Woody Allen; esto traza inmediatamente una raya gruesa que dice que la película es muy buena. No, no se discute: es muy buena. Si, claro, hay películas del rusito que son mejores que otras, pero incluso Scoop o Vicky Cristina Barcelona (películas-chorizo que se dio el lujo de hacer para ver si se levantaba a la Johansson, pero parece que no se le dio, che) son muy buenas, aunque en una esté Hugh Jackman, y parezcan un vómito al lado de Hollywood Ending, por ejemplo. Tampoco vamos a organizar acá un concurso de qué películas de Allen son mejores o no. Basta. Digamos que en una escala de películas de Woody Allen (la mía, que es la única que vale en este blog y qué), Medianoche en Paris está a mitad de camino entre el medio y la mejor.
¿Y de qué Va?
Gil es un escritor cuyo ingreso principal viene de hacer guiones de cine en Hollywood (es decir, es otro alter ego de Woody Allen interpretado muy bien por Owen Wilson) y no le va mal, pero él sueña con escribir novelas, lo que le cuesta un poco más. Gil y su novia se van unos dias a Paris de colados - con los padres de ella - y en este paseo se establecen, muy marcadamente, las posiciones de cada uno. Ya se sospecha desde el principio que Gil está completamente fuera de lugar y de tiempo, pero encuentra que "Paris a la medianoche es mágica" y es a la medianoche que encuentra una puerta a otro mundo, a un lugar y un tiempo soñados.
El tema que se plantea es si el soñar con otro escenario distinto a aquél en que estamos metidos está bien o no. ¿Hasta dónde es lícito desear otra situación?¿Es mejor tener los pies sobre la tierra y quedarse en la seguridad del aquí-ahora?¿O cuánto del presente perdemos por estar soñando con un futuro - o un pasado - imaginado?
Estas cuestiones tan sesudas, imagínense, se plantean en medio de una película de Woody Allen, es decir: en una historia muy divertida, con un humor muy inteligente y ¡ojo! con una serie de alegrías, una serie de sorpresas deliciosas que se van dando, como cachetada de loco, a partir de más o menos la primer media hora.
Aparte del ya mencionado Owen Wilson haciendo del mismo Allen (ya que estamos: haber visto a Will Ferrel haciendo de Woody Allen en Melinda-Melinda fue una maravilla), el resto del elenco es un lujo al que espero no acostumbrarme. Empezando por la cada vez más linda Marion Cotillard, Rachel McAdams (prepárense a odiarla), Adrien Brody (muy bien el nariz ¡muy bien!), Kathy Bates y una fugaz pero contundente Carla Bruni.
Para terminar, una cita de la misma película (ustedes sabrán perdonar la traducción):
La nostalgia es negación. La negación de un presente doloroso... el nombre que se le da a esta nostalgia es "pensamiento de una era dorada" - la noción errada de que un período de tiempo diferente al que vivimos es mejor - es una falla en la imaginación romántica de aquellos que tienen dificultades para enfrentar el presente.