Allá por mil quinientos años antes del advenimiendo del
Cristo los brahamanes védicos se dieron cuenta de que lo que se ve con los ojos es mentira y que es necesaria la apertura de un tercer ojo para percibir las cosas como son. Este tercer ojo, esta percepción aumentada, estaba ayudada por el uso de
soma, un potente té alucinógeno que era considerado un dios en sí mismo - muchas creencias más o menos piolas usaron las drogas como medio de comunicación con los dioses, incluso el
Cristo recomendaba el tinto como su propia sangre.
Muchos años más tarde el genial
Aldous Huxley nos decía que si abriésemos las puertas de la percepción veríamos todo como realmente es: infinito. Después el gilastrún de
Jim Morrison usó este pensamiento como excusa para drogarse y para ponerle nombre a su banda.
Pero volvamos: la idea de que no tenemos una percepción precisa de la realidad no es para nada nueva; de hecho, es una de las ideas más viejas que hay. Sabemos que lo que vemos, por ejemplo, no es del todo verdad: el horizonte no es plano, los colores son sólo frecuencias de onda, algunas de las estrellas que aún vemos a lo mejor ya no existen.
¿Cómo saber, entonces qué es verdadero? Algunos, en esa búsqueda, llegaron al extremo de dar todo por falso o arrancarse los ojos para no perturbar la inteligencia con falsedades. A lo mejor lo que haya que buscar es otra pregunta: ¿de qué nos sirve saber cuál es la verdad?, o mejor: ¿es posible conocer la verdadera naturaleza de las cosas?
Empecemos diciendo que lo que llamamos vulgarmente verdad es una serie de convenciones que usamos para sentirnos cómodos, pero la verdad última, la inconcebible realidad, parece estar detrás de un umbral que no podemos atravesar y al que sólo nos podemos ir acercando infinitamente pero sin llegar, como la flecha del viejo
Zenon de Elea.
De aquel brahamanismo védico surgieron dos grandes religiones, una de ellas es el budismo y es la que nos dice que el camino a la verdad no es uno, si no varios y que aquella verdad a la que queremos llegar está
dentro de uno. Es decir que no es necesario arrancarse los ojos, si no mirar pa´dentro.
Esta idea está muy bien y es la que más me gusta.
Ojo, no es cuestión ahora de usar la idea de que nada es completamente verdadero como excusa y mentir descaradamente: sepamos que esas convenciones de las que hablamos antes son muy útiles, permiten la vida en
zoociedad y ayudan a mantener cierta justicia. Sepamos también que mentir con el fin de obtener ventajas sobre otros es cosa de canallas.
Hay que usar la falsedad bellamente, y para eso, me parece, está el arte.
Buenas noches.