Supongamos una abeja volando en medio de un salón muy grande.
La elemental organización psicofísica de la abeja le impide ver, si quiera sospechar las paredes del salón. Para la abeja el salón es infinito, y no tiene razones para creer otra cosa.
Borges (cuando no) decía que los animales son inmortales, porque ignoran que van a morir; En su modesto razonamiento no cabe el concepto de muerte.
Hace unos cuantos años había soderos que repartían la soda de casa en casa; andaban generalmente en Rastrojeros. Unos años aún más atrás los soderos venian en un carro tirado por un caballo (yo los alcancé a ver*). Esos caballos tenían "anteojeras": una especie de cuadrados de cuero que le impedían al caballo ver hacia los costados, y de esa manera no se espantaba. El caballo no podía asustarse de lo que no veía, porque en las mentes elementales lo que no se ve no existe.
*Más por provinciano que por viejo, no se hagan los piolas.
Menos mal que nosotros, seres humanos evolucionados con mentes mucho más complejas, no nos encerramos sólo en lo que creemos como si fuera la Verdad Última, y estamos siempre dispuestos a admitir que existen, o pueden existir muchas más cosas e ideas de las que cortamente podemos ver y tocar. Qué bendición es contar con una organización lo suficientemente compleja para admitir y considerar sin juicio otras formas de pensamiento.
Ahora, cada vez que escucho a los ciéntíficos del Discovery Channel decir que el universo es infinito no puedo evitar zumbar un poco.