De todas las muertes prometidas por cada mitología o superstición, de todos los paraísos prometidos elijo
morir en una batalla nórdica. Morir en la cama es la muerte de la viejas, decían los Norsen. Cuando los guerreros mueren en batalla primero se decide su suerte entre dos: la mitad son de Freya, la mitad de Odín. No conocemos el destino de los elegidos por Freya, pero imaginamos que ser llevado por la más bella de las diosas no debe ser mal destino. De todos modos esperamos ser de la mitad de Odin, porque Odín nos envía a buscar por las valquirias. Los antiguos nórdicos les decían walkyrjur.
Lo primero que el guerrero muerto ve es la aurora boreal: es el resplandor de la armadura de la valquirias. Si ha sido valiente, una de las valquirias lo (besará y lo) llevará al Valhalla para ser convertido en einherjar, un soldado de Odín. En ese enorme palacio - tiene quinientas cuarenta puertas, y por cada una pasan sin molestarse quinientos guerreros - los einherjer serán atendidos por las valquirias: sus heridas serán curadas, les servirán abundante comida y bebida. Al despuntar el día siguiente Gullinkambi los llamará a batalla: pelearán todo el día hasta morir para renacer con la noche, con el banquete, con la bebida y con los cuidados de las valquirias.
No se engañen: la recompensa no es la batalla diaria, ni el banquete cada noche. La recompensa de los más fuertes guerreros es ser recibido y curado por estas bellísimas dísir: Brünhilde, Gerhilde, Ortlinde, Waltraute, Schwertleite, Helmwige, Siegrune, Grimgerde, Rossweisse, por todas, por cada una vale la pena morirse todos los días.
Actualización 15 de Mayo:
Una lectora y admiradora de este blog nos manda su fotito desde la peninsular Skudeneshavn, Noruega. Alentamos a las demás valkirias a seguir su ejemplo.